3. Con gran afecto, dirijo esta Exhortación Apostólica a todos los jóvenes cristianos. Pretende recordaros algunas convicciones que nacen de nuestra fe y, al mismo tiempo, animaros a crecer en santidad y en compromiso con vuestra vocación personal.
Pero como también forma parte de un proceso sinodal, dirijo este mensaje también a todo el Pueblo de Dios, tanto a los pastores como a los fieles, ya que todos estamos interpelados y urgidos a reflexionar sobre los jóvenes y para los jóvenes. En consecuencia, en algunos lugares me dirigiré directamente a los jóvenes, mientras que en otros propondré algunas consideraciones más generales para el discernimiento de la Iglesia. 4.
Me he dejado inspirar por la riqueza de las reflexiones y conversaciones que surgieron del Sínodo del año pasado. No puedo incluir aquí todas esas aportaciones, pero podéis leerlas en el Documento Final. Sin embargo, al escribir esta carta, he intentado resumir las propuestas que he considerado más significativas.
De este modo, mis palabras se harán eco de las innumerables voces de creyentes de todo el mundo que dieron a conocer sus opiniones al Sínodo. Aquellos jóvenes que no son creyentes, pero que quisieron compartir sus pensamientos, también plantearon cuestiones que me llevaron a plantear nuevas preguntas. 40.
El Sínodo reconoció que “un número considerable de jóvenes, por todo tipo de razones, no pide nada a la Iglesia porque no la considera significativa para su vida. Algunos incluso piden expresamente que se les deje en paz, ya que la presencia de la Iglesia les resulta molesta, incluso irritante. Esta petición no siempre procede de un desprecio acrítico o impulsivo.
También puede tener razones serias y comprensibles: los escándalos sexuales y financieros; un clero mal preparado para comprometerse eficazmente con la sensibilidad de los jóvenes; la falta de cuidado en la preparación de las homilías y en la presentación de la palabra de Dios; el papel pasivo asignado a los jóvenes dentro de la comunidad cristiana; la dificultad de la Iglesia para explicar su doctrina y sus posiciones éticas a la sociedad contemporánea”[15] 41. Aunque muchos jóvenes se alegran de ver una Iglesia humilde pero segura de sus dones y capaz de ofrecer una crítica justa y fraterna, otros quieren una Iglesia que escuche más, que haga algo más que condenar al mundo. No quieren ver una Iglesia silenciosa y temerosa de hablar, pero tampoco una que esté siempre batallando obsesivamente sobre dos o tres temas.
Para ser creíble para los jóvenes, hay momentos en los que necesita recuperar su humildad y simplemente escuchar, reconociendo que lo que otros tienen que decir puede aportar algo de luz para ayudar a entender mejor el Evangelio. Una Iglesia siempre a la defensiva, que pierde su humildad y deja de escuchar a los demás, que no deja espacio para las preguntas, pierde su juventud y se convierte en un museo. ¿Cómo podrá entonces responder a los sueños de los jóvenes?
Aunque posea la verdad del Evangelio, esto no significa que la haya comprendido completamente, sino que está llamada a seguir creciendo en la captación de ese tesoro inagotable[16]. Por ejemplo, una Iglesia excesivamente temerosa y atada a sus estructuras puede ser invariablemente crítica con los esfuerzos por defender los derechos de las mujeres, y señalar constantemente los riesgos y los posibles errores de esas exigencias. En cambio, una Iglesia viva puede reaccionar estando atenta a las legítimas reivindicaciones de aquellas mujeres que buscan mayor justicia e igualdad.
Una Iglesia viva puede mirar hacia atrás en la historia y reconocer una parte justa de autoritarismo masculino, de dominación, de diversas formas de esclavitud, de abuso y de violencia sexista. Con esta perspectiva, puede apoyar el llamamiento a respetar los derechos de las mujeres, y ofrecer un apoyo convencido a una mayor reciprocidad entre hombres y mujeres, sin estar de acuerdo con todo lo que proponen algunos grupos feministas. En esta línea, el Sínodo ha querido renovar el compromiso de la Iglesia “contra toda discriminación y violencia por motivos sexuales”[17].
Es la respuesta de una Iglesia que se mantiene joven y se deja interpelar y estimular por la sensibilidad de los jóvenes. Este artículo trataba de la relación entre la educación y el culto de los jóvenes en los contextos protestantes de los Países Bajos. En consecuencia, se trataba de la relación entre los estudios litúrgicos y educativos.
Nuestro interés en el proyecto de investigación sobre el culto juvenil en contextos protestantes se centró en la pregunta: ¿Cómo participan los jóvenes, en un contexto tardomoderno, en el culto juvenil? En nuestra investigación cualitativa, resultó que “aprender” es una palabra clave en relación con el culto juvenil. En este artículo se analizan las preguntas: ¿Cómo se relacionan el culto juvenil y el “aprendizaje de la fe”?
Y, ¿cuáles son las cualidades del aprendizaje de la fe en el culto juvenil? Se presentan los resultados empíricos de la investigación en los servicios de culto juvenil locales y en los actos de culto juvenil nacionales. Estos resultados se centraron en la dimensión dialógica de las reuniones de culto juvenil y dieron indicaciones sobre el contenido de lo que los adolescentes