Voy a terminar esta carta para ti, mi querida hija adolescente, y espero que tu cerebro haya absorbido al menos un tercio de esto. Siempre estaré aquí para ti, con tan poco juicio como pueda reunir, para ayudarte en lo que sea posible. Eres mi bebé, tengas la edad que tengas, y cada día eres más hermosa y segura de ti misma.
Me siento privilegiada por ser testigo de tu vida y permitir tu progreso, y espero que me dejes guiarte hasta mi último aliento. Sé que es difícil ahora, que estás creciendo. Para mí es más difícil.
No importa lo grande que te hagas, siempre serás mi niña. Vivo con miedo cada día. Nunca quiero que te hagan daño.
Mi principal trabajo es cuidar de ti, mi hija, y mantenerte a salvo. Intento recordar cómo era tener tu edad. Lo creas o no, una vez fui una hija adolescente.
Ahora que soy adulta, mi madre es una de mis mejores amigas. Pero recuerdo momentos en los que pensaba que la odiaba. Ahora me doy cuenta de que nunca lo hice.
Siempre quise ser libre para tomar mis propias decisiones y demostrar que podía ser independiente. Tú estás pasando por las mismas cosas y sigo intentando recordarlo. Pero parece que ahora, con demasiada frecuencia, temo que tú también me odies.
Sigo diciéndome a mí misma que eres una adolescente y que es parte de la vida. No lo hace más fácil. Todo lo que pido es que tengas paciencia conmigo.
Criar a una hija adolescente no es tarea fácil. Tampoco lo es un hijo adolescente. Entiendan que cada decisión que tomo, la hago lo mejor que puedo.
Por favor, no me odies, al menos no por mucho tiempo. Quiero que tu vida sea exponencialmente mejor que la mía. Algún día me superarás.
Serás más fuerte, más inteligente y más exitoso de lo que jamás soñé. Con el tiempo, podrás decirme dónde puedo llevar mis consejos no solicitados. Hasta entonces, tenlo claro: Soy tu madre, y sin duda te sacaré de quicio durante algún tiempo, así que acostúmbrate.
PERO…. Una carta abierta a mi hija adolescente expresando las cosas monumentales que necesito que sepas pero que no puedo decirte hoy, y que inevitablemente se perderán en la traducción a través de los años. Cosas que siento hoy, mientras aún eres mi bebé, y que quiero poner por escrito antes de que las realidades de la vida las difuminen…
Es tan tentador mantenerte innegablemente a salvo, como una mariposa cautiva en un frasco de cristal; porque al permitirle a la mariposa la libertad de bailar, también le estás permitiendo ser vulnerable. He decidido escribir esta carta porque actualmente me encuentro en la posición ideal de poder recordar mi propia adolescencia, pero también de poder ver tu adolescencia de forma objetiva, antes de que se nos eche encima. Naturalmente, a medida que pase el tiempo, mi propia angustia del pasado será un recuerdo más lejano, mientras que la tuya empezará a nublar mis juicios.
“Te quiero. Eres perfecta”. Siendo madre de una hija adolescente, digo estas palabras todo el tiempo.
Son un sentimiento torpemente expresado con la intención de decirle que la quiero exactamente como es, que no veo defectos, que a mis ojos, ella es un da Vinci, un Mozart… simplemente, una obra maestra. Pero hace poco la vi en un momento de auténtico autodesprecio y me di cuenta de que mi expresión de amor se había convertido en una carga.
Se acercó a mí llorando y me dijo: “No soy quien tú crees que soy. Crees que soy perfecta, pero no lo soy. No soy perfecta.
No sabes las cosas que tengo en la cabeza ni las cosas que a veces hago”. Por supuesto que me alarmé -¿qué cosas monstruosas estaba haciendo? – pero resultó que las “cosas en su cabeza” eran simples momentos de mezquindad de los que todos somos culpables.
Las “cosas que a veces hace” eran interacciones menores con otros niños cuando probablemente no era su mejor versión de sí misma. Pero en su mente, estos momentos de humanidad se habían convertido en algo más grande de lo que eran. Esta carta de una madre a su hija adolescente es un gran recordatorio de que la paternidad no es un concurso de popularidad, sino una vocación.
Querida hija mía: Hagas lo que hagas y digas, estoy aquí para quedarme. Al escribirte esta carta, mi querida hija, quisiera que supieras ciertas cosas de la vida. Ya que todo lo que hagas y digas tendrá un impacto en tu vida directa o indirectamente, estoy escribiendo esta carta para ayudarte a tomar las decisiones correctas en la vida.
Dado que Dios nos da libre albedrío, tú también tienes el tuyo, pero asegúrate de elegir todo en la vida con sabiduría y no por mera pasión o manía. El mundo está cediendo a la presión de los compañeros, pero te insto a que te mantengas fuerte y no cedas a la presión de los compañeros, ya que siempre te respaldaré pase lo que pase. Hay cosas que enseñarte que prefiero escribir que decir, ya que esta carta estará ahí para ti incluso cuando yo no esté.
Agárrate fuerte mi pequeño y lee esto con sabiduría, ya que cada paso tuyo será cuestión de tu elección. Ya sabes lo insensible que puede ser la sociedad cuando se trata de chicas. En lugar de ocuparse de sus propios asuntos, la sociedad está más interesada en meter las narices en la vida de los demás y, Dios no lo quiera, si ese otro es una chica o una mujer.
Hoy en día, cualquier cosa que haga una chica